Tali Goldman es licenciada en Ciencia Política, tiene un recorrido profesional como periodista, cursó la Maestría de Escritura Creativa en la Universidad Nacional de Tres de Febrero y acaba de lanzar a través de Concreto Editorial Larga distancia, un libro de relatos que exploran el concepto de distancia en sus diversas formas, con voces narrativas potentes y un tono que oscila permanentemente entre lo cómico y lo trágico.

En «Larga distancia» Ingrid habla por teléfono con su madre, que está a kilómetros de distancia, e intenta convencerla de que se mude con ella a Israel. En el extraordinario «La doctora Venturini» (cuento ganador de la Bienal Arte Joven 2019 y publicado en la antología Divino tesoro), los recién casados Jane y Moshi recurren a la doctora Graciela Venturini —alias La Maga— porque la chica no puede quedar embarazada. «Las cuatro amapolas» expone la mirada familiar sobre la tía Molque, una mujer soltera y sin hijos que desde hace años vive con su amiga Mara.

En «Torta de naranja» Nilda se vale de una receta aprendida a los ocho años para dejar su pueblo natal, socializar y encontrar su lugar en Buenos Aires. En  «Ayuda a ella» una empleada doméstica narra lo que vio cuando entró al cuarto de la Señorita Vera y los numerosos enredos en la casa de los Ortiz Beti. «La tía Aída» retrata a una mujer con retraso mental y el vínculo con su hermana, Celina. Mientras que «Walking distance» recrea un intercambio de mails entre Gunter y su cuñada Flora, quien escribe desde el correo de su marido muerto. En cada uno de estos cuentos la voz narrativa ocupa un lugar central y parece ser aquello que dispara y define la atmósfera.

— ¿Cómo fueron construyéndose esas voces narrativas?

— Empecé a encontrar los personajes a partir de las voces, ese fue el camino. Al principio quizás no tenía tan claro cuáles iban a ser los personajes de los cuentos, pero sí su forma de hablar o ciertas muletillas. En «Larga distancia» yo quería retratar la conversación telefónica entre una madre y una hija, y en mi cabeza tenía ciertos estereotipos de personas; a partir de ahí se armó el diálogo. «La doctora Venturini», por ejemplo, parte de una anécdota real, entonces tenía que encontrar la manera de contar algo absolutamente obvio a los ojos del lector y, sin embargo, totalmente ajeno para el personaje. Hubo una búsqueda de esa voz inocente, ingenua y un poco ignorante: una chica con sus propias características y su propia configuración que tiene una mirada particular sobre el tratamiento que le propone esta doctora.

— Muchas de esas voces pertenecen a mujeres mayores. ¿Fue una decisión o se fue gestando en el proceso de escritura?

— Yo me había ido a vivir sola y tenía unas vecinas, entonces empecé a escribir microrrelatos sobre ellas donde realidad y ficción se cruzaban. Esto surgió inicialmente en el taller de Guillermo Saccomanno pero quedó ahí, aunque esas tres vecinas siguieron dando vueltas en mi cabeza. A la hora de pensar mi tesis de Maestría de Escritura Creativa en la UNTREF, las voces de esas tres mujeres volvieron y se condensaron en el cuento “Torta de naranja”. A partir de ahí quise que fueran voces de señoras viejas para explorar ese universo. Muchas eran judías y terminó configurándose también ese mundo de mujeres judías.

En los cuentos se aborda el concepto de larga distancia en sus diversas formas: distancia física dimensionada en kilómetros, distancia respecto del propio cuerpo, distancia cultural, emocional, de clase, etaria o intra-familiar. Otro de los elementos que emerge en la lectura es cierta tensión entre lo individual y lo colectivo, la construcción del ego y de la alteridad como dos caras de una misma moneda. «Esto es algo que me interesa mucho: pensarnos como individuos y también como parte de un colectivo. No estoy diciendo nada original, pero al vivir en sociedad formamos parte de distintos colectivos: religioso, cultural, social, deportivo, de militancia. Me interesaba hurgar en esa dualidad de ser un individuo y, a la vez, parte de un colectivo, para ver hasta dónde esos grupos nos imponen ciertas reglas de conducta y hasta dónde uno puede escapar. Esto tiene que ver con la conformación de la identidad, porque uno es uno pero también lleva parte de esos colectivos», señala Goldman.

— Este libro fue inicialmente tu proyecto de tesis en la Maestría de la UNTREF. ¿Cómo fue el proceso ?

— Al inicio no estuvo en los planes publicarlo; eso fue positivo porque lo trabajé un montón. Fue un texto muy leído por mis compañeros, por mis docentes, por mi tutor de tesis. Me gusta decir que en algún punto es un libro colectivo, porque es de mi autoría pero también sufrió (y digo «sufrir» en el mejor sentido) muchas lecturas y ediciones a lo largo del proceso, entonces está penetrado por la mirada de esos otros y otras.

— ¿Cómo aparece Concreto Editorial en el camino?

— Afri, editora de Concreto, leyó la antología de la Bienal publicada por Mardulce. Me contactó para decirme que le había gustado mucho el cuento y para preguntarme si tenía más cosas. Le envié la tesis y a la semana me escribió: lo había leído dos veces y lo quería publicar. Así empezó el proceso con las editoras de Concreto, que fue buenísimo. Quedaron algunos cuentos afuera e incorporé «Walking distance», que no estaba en la tesis. Fue un proceso de dos años y los cuentos fueron híper editados. Me parece que está bueno pensar la literatura como un proceso de relectura permanente.

Goldman se declara lectora apasionada de la literatura argentina y latinoamericana, y menciona a Aurora Venturini, Hebe Uhart y Manuel Puig como su trío clave en materia literaria. «Creo que todo lo que consumo se pone al servicio de la literatura. Esa es mi formación y me parece que de alguna manera se refleja en mis cuentos», afirma. El tono tragicómico es otro de los elementos presentes en Larga distancia: «Creo que son cuentos súper trágicos. Todos. Abordan temas muy profundos y existenciales como la vida, la muerte o el amor. Son temas clásicos, y creo que la única manera de abordar eso es a través del humor, la comicidad o la ironía. A mí me gusta esa literatura, me gusta mucho reírme al leer un texto, no por lo burdo sino por ese borde».

— ¿Qué recursos propios del periodismo te resultan útiles a la hora de escribir ficción?

— El recurso más importante del periodismo es la escucha atenta. Creo que para hacer buen periodismo resulta indispensable la escucha al otro, saber adónde poner la mirada, de qué manera observar la realidad (tanto lo general como lo particular), sobre todo para escribir crónicas que es lo que más me gusta. Ese es un gran insumo en mi literatura. Las voces que aparecen en los cuentos surgen de esa escucha permanente que me permite captar maneras de hablar, incluso si se trata de voces imaginarias. La escucha y la observación me sirven para el periodismo y también son un gran insumo en la literatura.

Esta es la primera incursión de Goldman en el mundo de la ficción, pero además de sus colaboraciones en distintos medios periodísticos, en 2018 publicó por Editorial Octubre La marea sindical: mujeres y gremios en la nueva era feminista, que condensa su interés por la política y el feminismo: «Siempre me gustó escribir, y encontré en el periodismo un medio para canalizar mi interés por la política. Me apasiona, por eso decidí estudiar esa carrera. Siempre trabajé como periodista y cubrí estos temas; entré muy chica a la sección política de Veintitrés y recuerdo que éramos re pocas mujeres. Por otra parte, mi mamá siempre fue muy feminista; me crié en ese entorno, así que para mí fue muy natural el acercamiento a esa perspectiva y a esos temas. El libro surge al descubrir el rol de las mujeres en ámbitos súper masculinizados como los sindicatos, algo sobre lo que había muy poca información».

Tali Goldman escucha, observa y escribe. Eso le sirve para elaborar sus notas periodísticas y también a la hora de crear sus propios universos ficcionales, donde puede tomar algún detalle de la realidad y luego derivar hacia el plano imaginario. En su primer libro de relatos logra algo bien difícil: construye una voz capaz de instalar al lector en el lugar de la acción, junto a los personajes y en una atmósfera particular que puede tener la calidez de una charla telefónica o la aparente frialdad de un intercambio de correos electrónicos. Larga distancia invita al lector a asomarse a estos pequeños mundos donde aquello que parece cercano puede estar muy lejos.

* Larga distancia, de Tali Goldman (Concreto Editorial). Para adquirirlo a través de la web de la editorial, click en este link.

 

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