Ernesto Domínguez es actor, formador y el único docente argentino habilitado oficialmente para dar la técnica creada por Ivana Chubbuck, coach actoral de estrellas como Brad Pitt, Jim Carrey, Sylvester Stallone o Jared Leto. Salió del off porteño, pasó por el tanque nacional de Cris Morena y apostó todo para ir a perfeccionarse profesionalmente a Hollywood. En un bar de Palermo, Domínguez charló con Voyeur Cultural sobre su experiencia y sobre los seminarios que impartirá en enero y febrero.
“Yo no entendía nada”, confiesa Ernesto Domínguez, formador de actuación que comenzó su carrera en el teatro off, pasó por la gran industria nacional de la mano de Cris Morena y llegó a Hollywood, consagrándose como el único docente argentino habilitado profesionalmente para dar la técnica desarrollada por Ivana Chubbuck, quien fue coach actoral de artistas como Brad Pitt, Charlize Theron, Jared Leto, Jake Gylenhaal, Jim Carrey, Sylvester Stallone, Matthew Perry, Pink, Beyoncé, Eva Mendes, entre otros. “En un momento tenía de compañero al hijo de Jack Nicholson, mientras Ivana hablaba sobre Jim Carrey”, cuenta.
Ernesto comenzó haciendo teatro desde muy chico, estudió marketing y, después de recibirse, arrancó a estudiar actuación formalmente, aunque el abanico laboral por el que transitó es mucho más amplio. “Hice de todo: fui mozo, repartí volantes, estuve adentro del traje de un muñeco, animé fiestas infantiles”, enumera jocoso. Además, trabajó para Cris Morena como director de casting y coach actoral en programas como Chiquititas, Rebelde Way y Casi Ángeles. “Ahí hacía de todo un poco: era niñero de Peter Lanzani, Lali y Stefano De Gregorio, los ayudaba a pasar letra y además los coacheaba para que llegaran a la grabación más sueltos”.
Domínguez se desempeñó en varias disciplinas hasta que decidió abrir su propia escuela de actuación: empezó con siete alumnos y terminó con cien, y como es él mismo quien imparte todas las clases, decidió reducir el grupo para poder desarrollar su técnica con una formación mucho más personalizada. Sylvester Stallone es una de las figuras hollywoodenses que más admira, pero hasta su trabajo en Creed no lo había considerado precisamente como un actor destacado; él y su novia se engancharon con la serie Vikings y ahí le llamó la atención la interpretación del australiano Travis Fimmel en el rol de Ragnar Lothbrok. ¿Cuál era el denominador común en esos trabajos? Ambos actores habían tenido como coach a Ivana Chubbuck. Esa fue la primera vez que tuvo noticias de ella, y de inmediato supo que quería estar en su estudio.
La apuesta fue importante: Domínguez decidió mudarse a Los Ángeles junto a su familia el tiempo que durara el curso, puso plata de su bolsillo en medio de una situación económica por demás inestable (como suele ocurrir en Argentina) y sin contar con el respaldo de ninguna institución. “Cursé con una profesora holandesa y un profesor estadounidense; la mujer estaba respaldada por una academia de actuación de su país. Dos semanas antes del examen final, me enteré que Ivana había bochado a un montón de gente, así que rogaba que eso no me pasara a mí porque me había jugado todo lo que tenía. Después de dos horas y media de examen, aprobé”, recuerda Domínguez con una sonrisa.
— ¿En qué consistió el examen final?
— Tuve que dirigir una escena con la técnica de Chubbuck. Dos actores interpretaban una escena y yo tenía que corregirla con lo que habíamos aprendido a lo largo de la cursada. Por supuesto, con Ivana y veinte personas más observando. La presión era mucha y fueron dos meses intensos, pero hoy siento que fue una gran inversión. Además, tuve que poner en stand by mi vida: a mis alumnos les dije “no voy a estar en julio y agosto; vuelvo a dar clases en septiembre”.
— Sabemos que es bastante difícil vivir del arte y, en líneas generales, desempeñarse en un campo que nos brinde cierta satisfacción. ¿En qué momento te diste cuenta de que era posible vivir de la actuación?
— Yo trabajaba en Disney como director de casting y, a la par, daba clases de actuación, hasta que en un momento me di cuenta de que lo que en realidad me gustaba hacer era dar clases, así que decidí dejar Disney. Para mí lo más importante es que mis alumnos se vayan contentos, motivados, poder generar cambios en cada uno de ellos y que ganen confianza. La mejor publicidad siempre es el boca a boca. Creo que en un determinado momento tenés que darte cuenta de lo que verdaderamente te gusta hacer y jugártela. Al principio podés ir haciendo laburos paralelos que son los que te permiten ganar plata, porque todos sabemos que es muy difícil vivir del arte, pero en un momento hay que jugársela y tener un objetivo claro para saber hacia dónde estás yendo. Durante mucho tiempo viví solo en un monoambiente, comía arroz todos los días y tenía cinco pesos en la billetera.
— Si tenés que pensar en referentes o inspiradores en el mundo de la actuación, ¿quiénes serían?
— Yo no tengo actores preferidos. Tom Hanks me encanta, admiro la historia de vida de Stallone, pero no me caso con ninguno. Además, creo que no importa la técnica con la que actúes siempre y cuando a vos te resulte y tu actuación sea verdadera. Yo fui construyendo mi propia técnica con los años de oficio: hice escenografía, iluminación; estudié actuación con Augusto Fernández, Julio Chávez, Beatriz Spelzini; hice varias comedias musicales; fui director de casting en Cris Morena, hasta que empecé a enseñar. Damián Canduci, que en ese momento era mi jefe en los castings de Telefé, me sugirió que empezara a dar clases porque registraba que la gente se iba contenta con algunos consejos que les daba.
— La figura del director de casting está un tanto invisibilizada (al menos en Argentina). Contanos un poco en qué consiste el trabajo y qué rol juega en una producción, ya sea teatral o audiovisual.
— Bueno, si te fijás en las películas estadounidenses, el segundo o tercer título es “Casting by”. Acá en Argentina no es tan valorado ese rol. El director de casting es un eslabón muy importante, y por lo general labura con el director o con los productores; las audiciones suelen ser de a dos o tres personas, aunque hay varias instancias que funcionan como filtros. Lo que el actor y la actriz tienen que entender es que el casting no es una prueba de talento sino una búsqueda de trabajo. La principal dificultad para un director de casting es que tiene una determinada cantidad de jornadas para encontrar a la gente correcta, entonces debería potenciar al artista y sacar lo mejor de ellos. A veces los actores y las actrices proponen cosas re interesantes que terminan modificando el guión original.
— ¿Cómo ves el panorama de la formación del actor?
— En Argentina hay escuelas de formación muy buenas. Me parece que habría que mejorar la formación en el campo audiovisual; hay buenos lugares, pero el actor debería poner el foco ahí también. A mí me encanta el teatro off, soy director, hago obras en el off y provengo de ahí, pero considero que el actor no sólo debe formarse para trabajar en ese terreno, sobre todo en el 2020. Hoy la oferta laboral es mucho más amplia y existen plataformas audiovisuales capaces de proyectar tu trabajo mundialmente. Entonces, los actores argentinos empiezan a competir con actores internacionales y tienen que estar preparados para esa demanda en términos de lenguaje audiovisual, porque no es lo mismo la actuación frente a cámara con planos súper cortos que una interpretación teatral.
— ¿Cuáles creés que son los principales desafíos para un actor argentino que quiera desempeñarse profesionalmente en estos campos y con estos nuevos lenguajes?
— Creo que es importantísima la disciplina. Me parece que acá falta algo de eso, cierto orden a la hora de trabajar; el actor, por ejemplo, tiene que saber por dónde empezar cuando se le entrega un guión. Eso es algo que acá nos cuesta más, pero afuera lo tienen súper claro. En ese sentido, la técnica de Ivana Chubbuck es excelente porque está organizada en doce pasos y es muy concreta: uno tiene que lidiar todo el tiempo con el objetivo del personaje. A veces hay mucha deformación de las técnicas teatrales más tradicionales, o incluso cierta imposibilidad para actualizar antiguos modos de trabajo.
— ¿En qué consiste la técnica de Ivana Chubbuck?
— Esencialmente es una técnica que establece disciplina en la actuación, a partir de doce pasos que deben seguirse de manera consecutiva. Esto orienta al actor o a la actriz, y lo ubica en un carril para poder desarrollar su personaje. A diferencia de otras técnicas teatrales, la de Chubbuck no pone el foco en las emociones o en el ego del actor; a la gente no le interesa ver eso, sino personajes dinámicos intentando ganar sus objetivos y superar los obstáculos. Obviamente, Ivana no inventó nada sino que sistematizó una serie de conocimientos que fue adquiriendo a lo largo de su carrera y los adaptó según su propia visión de la actuación: ella fue mano derecha de Uta Hagen, Roy London, Sanford Meisner.
— Hablaste del ego de actores y actrices, y suele decirse que es muy peligroso. Poder desarrollarlo y dominarlo es un aspecto fundamental en toda formación, pero también resulta clave el encuentro con los otros en una escena. ¿Cómo trabajás esa dimensión en tus clases?
— El teatro es vínculo entre personas. No es sólo argumento, historia o personajes. A la gente le gusta ver los vínculos humanos y de qué manera los personajes pelean internamente. En mis clases no doy sólo la técnica de Ivana, pero ahora estoy muy influenciado por ella: uno de los doce pasos consiste en modificar a la persona que tenés enfrente para beneficio propio; eso te mantiene todo el tiempo en el presente de la escena, en un estado de tensión permanente.
Domínguez cuenta que fueron dos meses de entrenamiento intensivo: las clases empezaban puntual, había que ir sí o sí con las escenas ensayadas, sus compañeros tenían apellidos ilustres en el mundillo hollywoodense y podía llegar a tener de público a todo el elenco de la primera temporada de E.R. Emergencias. Sí, así de relajado todo. Además, confiesa que tuvo muy poco tiempo para pasear por las calles de Los Ángeles, ya que el estudio de Chubbuck le demandaba casi todas sus horas disponibles. Cuando se le pregunta por su opinión sobre el panorama teatral nacional, dice: «Acá veo de todo: obras buenas, obras malas, obras raras. Hay mucha variedad y esto permite que el actor no se quede estancado. Eso es lo lindo de Argentina».
Para más info sobre las clases y seminarios de Ernesto Domínguez, visitá la web oficial